Pasé en auto y vi que venía una mina muy bonita caminando por la calle. Miraba asustada y enojada a la vez. Hacia atrás una y otra vez miraba a un ser ausente, a un imaginario pero posiblemente muy real peor enemigo: el viejo verde, ese que uno odia más que al violador, porque son los que abundan como cucarachas, no son el peligro concretado. Son el recuerdo continuo, permanente, diario de la violencia latente que cree el vicioso, puede llegar y tomar.
Mujer bella, como anhelo tu libertad, MI libertad; de dejar el ceño fruncido, el puño apretado, el pedrusco en tu bolsillo para caminar libre y emanciparnos del morbo del salvaje que aún no alcanza el siglo.
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