En una casa vivía una familia con un hijo muy conflictivo. Siempre gritaba por todo, nunca agradecía por lo que le daban, insultaba a todos y no se preocupaba por los demás que lo rodeaban. Un día el hijo llegó a tal extremo de descontrol con su ira que cuando su hermanito pequeño se le acercó para mostrarle el dibujo de ellos que había hecho ese día, éste lo insultó y luego lo ignoró dañando inmensamente los sentimientos del pequeño niño. El padre decidió hacer algo al respecto; Llegó a la habitación del hijo con un martillo, un pedazo de madera y una bolsa de clavos, éste lo miró incrédulo, pero el padre le explicó: que por cada persona a la que le hiciera daño tendría que clavar un clavo en el trozo de madera que le había dado, una vez llenada la tabla de madera, debería ir a mostrársela. El hijo accedió y tan solo en el primer día ya tenía 12 clavos en el trozo de madera, ya para el cuarto día tenía casi la mitad de la tabla ocupada con clavos y así el niño fue poco a poco llenando la tabla hasta llenarla por completo, por lo que se dirigió a mostrársela a su padre. El padre la miró un poco decepcionado por el poco tiempo que le tomó a su hijo llenar la tabla y le dijo: Bien, ahora quiero que vayas a cada persona a la que hiciste daño para disculparte, y por cada disculpa, podrás sacar un clavo. El hijo apenado y avergonzado luego de ver la cara de desilusión de su padre y sorprendido por la cantidad de clavos que llegó a acumular fue a disculparse a las personas a las que había dañado. Una vez completada su misión el hijo fue orgulloso donde su padre al ver su tabla de madera sin ningún clavo. El padre lo miró ahora con tristeza al ver los agujeros en la tabla y le explicó: Hijo, te pedí que por cada persona a la que hicieras daño clavaras un clavo en esta tabla; el clavo representa el daño, y la tabla donde los clavaste representa el corazón de las personas a las que les hiciste daño. Clavo que estuvo dañando, hasta que fuiste y te disculpaste, pero ahora mira tu tabla…¿ es la misma que al inicio?-el hijo miró con tristeza la tabla y no vio la lisa tabla del comienzo sino que un trozo de madera repleto de hoyos- Hijo, disculpándote sacaste los clavos, pero como ves las marcas que ellos dejaron nunca se borrarán.
El hijo aprendió que haciendo daño y pidiendo perdón, sacaría el daño, pero nunca la marca, así que era mejor no hacer daño así no habría ningún clavo que sacar y ninguna marca por dejar.
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